Hermanos de línea
sábado 24 a las 12:00
«El valor de la línea como pensamiento, como trazo mental generado por la mano y que más tarde es leída por la mirada del observador. Con una sola línea ya vale, es suficiente para narrar y transmitir una sensación, proponer un proyecto, un edificio, una calle, una ciudad, un territorio. Dibujo y escultura apoyados en una sola línea. Síntesis y abstracción, un código sencillo y limpio, un mínimo estímulo para comprender y transmitir en un contexto contemporáneo de alta contaminación visual.
Las esculturas de José Luis Rayos que se exponen estos días en el estudio de arquitectura de Eloy Diez y los dibujos de Mariano, tienen en común el uso de sus líneas continuas para comunicar. Se llaman a sí mismos «hermanos de línea», y comparten la impronta de la mano y cómo esa trayectoria seleccionada es capaz de emocionarnos. La improvisación de un trazo procedente de un brote tras un hallazgo, acción en movimiento de la mano, el material apenas importa, lo inacabado del todo, lo necesario para generar una continuidad que invite a seguir, a cambiar, a girar… hasta levantar el lápiz o cortar un segmento de alambre.
La tinta es el camino hecho al andar, y el alambre, estelas en la mar.
Para la palabra «Línea» el diccionario nos propone 28 acepciones.
El sábado 24 de septiembre a las 12h os invitamos a buscar alguna más.
Arquitecto de formación y artista plástico autodidacta, nos plantea, en su faceta más creativa, una utilización muy particular del metal y del espacio a través de sus esculturas. Una única línea continua flotando en el aire o bien una superficie de malla metálica, hueca y transparente, son los materiales con los que ha trabajado y desarrollado sus obras en el contexto de las artes visuales durante estos últimos 13 años.
Su proceso creativo, basado en la representación de la figura humana en diferentes actitudes, intenta revelar caminos de ida y vuelta que se sustentan en la ambigüedad que existe entre el dibujo de un contorno abierto y su construcción física utilizando un mismo lenguaje formal. Esa ambigüedad entre escultura y dibujo se hace patente mediante un ejercicio de proyección y calco de sombras, y da pie a la creación de nuevas composiciones que se pueden representar en distintos soportes.
La propuesta de este código sencillo se convierte en una forma de transmitir plásticamente una inquietud ante la saturación visual contemporánea y se desafía lo sólido entendido como definitivo e inmóvil. La vista como sentido predominante en nuestra sociedad recupera su tactilidad mediante la percepción visual de estas estructuras mínimas apenas sugeridas y muy abiertas. El autor hace partícipe al observador del acto artístico en cuanto que requiere de su esfuerzo para comprender, completar e interpretar lo que visualiza.
Una línea de alambre, la retícula de una malla metálica, el espacio que envuelven y la sombra que proyectan es todo el material con que se cuenta. Con la escultura como punto de partida, el autor inicia un proceso creativo basado en la percepción que se construye a partir de lo más simple evocando, sobre todo, el vacío.
Sus últimos trabajos se pueden ver visitando las sucesivas exposiciones que se programen a lo largo del año, o bien se pueden adquirir a través de un encargo o integración en diferentes proyectos.