El Centro de Física Miguel Antonio Catalán, edificio «Daza de Valdés» se sitúa en el lado norte del campus del CSIC ocupando el espacio entre la Fundación Rockefeller y el edificio de Serrano, 123 donde se encuentra la Librería Científica, también obra de Fisac, que a su vez conecta a través del Claustro con la Capilla del Espíritu Santo. Se sitúa sin embargo en una posición retranqueada respecto a los dos edificios citados dada la diferencia de alineaciones y alturas que tienen. De todas formas, trata las fachadas del nuevo edificio en armónica composición con el conjunto en el que está enclavado.

El pórtico de acceso es una pantalla cóncava de granito de escasa altura y composición horizontal, con dos bajorrelieves escultóricos. La fachada tiene una composición centrada respecto de este elemento de acceso con seis huecos a cada lado, escondiendo la distribución asimétrica en planta.

En los espacios interiores se observa asimismo un tratamiento innovador. El uso de los revestimientos de madera natural y los muebles de madera tapizados en cuadrícula, diseñados por el propio Fisac, tiene muchas referencias a la arquitectura nórdica de los años treinta y cuarenta, con la que entró en contacto el mismo año de la construcción del Instituto.
La huella más clara de esa actitud quedó reflejada en el pequeño bar, un rincón de conversación para el personal investigador. A partir de un local rectangular, Fisac diseñó un espacio envolvente de paredes curvas y encaladas y techo asimismo curvo y revestido de varillas trenzadas de avellano, que anticipa un estilo que en España nadie antes había realizado, y que en los años cincuenta alcanzó una gran difusión. Los sillones corridos y sinuosos, la barra con encimera de ala de avión, la chimenea de forma nasal, las lámparas de luz indirecta en chapa esmaltada, configuran un ambiente de gran unidad formal que recoge las herencias del modernismo y el surrealismo y las filtra por el tamiz del mundo rural.