En la avenida peatonal del Brasil se encuentra la parroquia de María Inmaculada y Santa Vicenta en un patio abierto. Se buscó integrar los espacios y la polivalencia de usos como ya había realizado el arquitecto José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún en otros de sus proyectos. En fases distintas se realizan dos zonas;  la primera, el templo, la capilla de diario y el vestíbulo integradas por puertas correderas;  y en la segunda fase, los salones y viviendas parroquiales. Estás se unen con porches articulados a modo de claustros. 

Se utilizó ladrillo rojizo en el interior combinado con cerramientos y cubiertas de hierro  en marrón oscuro.

El templo domina sobre el resto por su gran tamaño y 10 Mario inclinado que genera  calidad ambiental interior.