En 1992 se inauguró la segunda sede madrileña del Banco de España, proyectada por los arquitectos Corrales y Molezún. 

El edificio, totalmente en ladrillo visto, se ubica en una extensa parcela irregular con un fuerte desnivel y está compuesto por varios bloques con usos distintos. Los principios de jerarquía, simetría y proporción dominan por completo este edificio que se configura como un volumen arquitectónico de gran sobriedad, sobre todo, por el protagonismo que adquiere la horizontalidad en su composición. 

Destaca en el interior el monumental vestíbulo de cuatro plantas, así como la impresionante colección de arte, la mayoría de las piezas incorporadas en las últimas décadas. Una de las obras escultóricas más emblemáticas es “Elogio del descontento” (1991) de Jorge Oteiza. Se trata de la última escultura que realizó y que, además, está concebida de manera específica para este espacio, fue una de las primeras obras site-specific que el Banco de España encargó.