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El edificio Castelar se sitúa en el solar ocupado antiguamente por el palacete del conde de la Maza, que fue diseñado por los arquitectos Palacios y Otamendi. El autor del proyecto fue el arquitecto Rafael de La-Hoz Arderius, asistido por Gerardo Olivares.​ Entre 2010 y 2011 el inmueble fue remodelado por el hijo del arquitecto, con su estudio Rafael de La-Hoz Arquitectos.​ Los trabajos de reforma consistieron en la demolición de todos los elementos internos del edificio junto con la sustitución del vidrio de la fachada por uno que sea transparente desde el interior, respetando el diseño anterior.

El edificio está conformado como un paralelepípedo de vidrio de plantas cuadradas y diáfanas, el cual se cuelga desde la plataforma en ménsula de un núcleo de hormigón de comunicaciones y servicios, que se sitúa descentrado en su parte posterior, pareciendo flotar así sobre un cuerpo horizontal de basamento al que no llega a tocar. Su doble piel de vidrio ‐ rosado en el interior y mateado en la flotante envolvente externa ‐ busca una sensación atmosférica e inmaterial que no define escala, convirtiéndolo en un objeto de presencia cambiante según la luz y el momento del día. Plena de alardes técnicos, esta obra contrapone sus volúmenes abiertos con los cierres de travertino blanco del núcleo sustentante y con el modelado de rampas y plataformas interiores y exteriores que lo asientan en el terreno, trabajadas en el mismo material.