José Antonio Corrales Gutiérrez y
Ramón Vázquez Molezún
Dos mentes vanguardistas en un contexto tradicional
José Antonio Corrales Gutiérrez (Madrid, 1921 – Madrid, 2010) y Ramón Vázquez Molezún (La Coruña, 1922 – Madrid, 1993) fueron dos figuras de gran trayectoria individual, pero que unidos han demostrado ser el tándem perfecto y necesario para marcar un antes y un después en la arquitectura española de mediados del s.XX.
Ambos se titulan en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1948, y comienzan a colaborar tan solo cuatro años más tarde. En 1958, con algunos proyectos ya construidos en conjunto, el verdadero potencial de la unión de estas dos mentes es finalmente reconocido a nivel nacional e internacional a través de su propuesta para el Pabellón de España para la Exposición de Bruselas de 1958.
Corrales y Molezún encontraron el uno en el otro un compañero dispuesto a mirar más allá de lo conocido, en búsqueda de nuevas soluciones y de una nueva expresividad. Comenzaron apoyándose en la ya consolidada modernidad, para luego evolucionar constantemente hacia una arquitectura de calidad, manteniendo un equilibrio entre las innovaciones tecnológicas, las propiedades de materiales cuidadosamente seleccionados, y las condiciones de cada entorno donde construían.
Descubre el Madrid de Luis Gutiérrez Soto
Obras destacadas
José Antonio Corrales Gutiérrez
Corrales comienza su actividad como arquitecto en 1948, inmediatamente después de su graduación en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. En este mismo año recibe el Premio Nacional de Arquitectura, tras haber obtenido el primer premio en el concurso para una ermita de montaña con hospedería en Extremadura.
En sus primeros años como profesional, tuvo la oportunidad de aprender el oficio de un gran referente: su tío Luis Gutiérrez Soto, célebre arquitecto de nuestra ciudad cuya trayectoria hemos celebrado en la 7ª edición de Open House Madrid, siendo el arquitecto de referencia 2021. Dentro de las obras realizadas de forma conjunta entre Corrales y Gutiérrez Soto, encontramos a la Piscina Stella de Madrid (1952), joya de estilo racionalista tardío que aún podemos ver en pie al pasar por la M30, o las viviendas sociales del Gran San Blas.
Ramón Vázquez Molezún
Vázquez Molezún también se gradúa en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1948, y completa su formación en el extranjero entre los años 1949 y 1952 a través de una beca de la Academia de España en Roma, durante la cual recibió muchos reconocimientos. En este período también fue corresponsal de la Revista Nacional de Arquitectura, viajando libremente por Europa en su motocicleta Lambretta C125, y trabajó arduamente en el proyecto para el Museo de Arte Moderno (Roma, 1951), que fue Premio Nacional de Arquitectura en 1954.
Dos mentes vanguardistas en un contexto tradicional
Para apreciar el perfil creativo y vanguardista de estos arquitectos es necesario comprender el contexto de su educación y de sus primeros años de trabajo: Corrales y Molezún se formaron bajo un programa muy clásico, en un país que se hallaba relativamente aislado de las modernidades y de las vanguardias artísticas de la temprana segunda mitad del siglo XX. Sus referencias y su inspiración debieron ser buscadas en el exterior, y se alimentaron de diversos referentes que los ayudarían a construir sus obras en un estilo único y nunca antes visto en Madrid.
Comienzan a colaborar como equipo en 1952 con el proyecto para el Colegio de Salesianos de Herrera de Pisuerga, en Palencia. Desde estas obras tempranas se hizo evidente la destreza de esta pareja de arquitectos para lograr, con los recursos básicos, una construcción de calidad donde lo expresivo y lo formal, a través de los materiales y las formas, también es considerado como una parte fundamental.
También diseñaron conjuntamente con otros colegas destacados de la época, como es el caso de la Residencia Infantil para Cristalería Española, en Miraflores de la Sierra, construida por los arquitectos junto con Alejandro de la Sota. Esta obra, inaugurada en 1957, es una de las obras destacadas de sus primeros años como equipo, y representa un aporte fundamental para la arquitectura funcionalista española.
Si bien estas obras significaron un desafío a nivel de recursos y tecnología, donde la creatividad y las buenas prácticas en arquitectura de este equipo de profesionales quedó ampliamente demostrada, el verdadero potencial de la unión de estas dos mentes fue reconocido unos años después, con su propuesta ganadora para El Pabellón de España para la Exposición de Bruselas de 1958.
Reconocimiento y consolidación: el Pabellón de España de 1958
Este pabellón, la obra más representativa de Corrales y Molezún, se adapta a un solar irregular a través de un sistema de módulos hexagonales apodados por Corrales como “paraguas” desmontables, de tres metros de lado y diferentes alturas, sostenidos por pilares metálicos. Los elementos constructivos combinaron materiales tradicionales como el ladrillo y el hierro, con otros más novedosos como el aluminio de los ventanales, material que hasta entonces sólo se había utilizado anteriormente en el universo militar para aplicaciones aeronáuticas.
El resultado de estas decisiones constructivas y formales es un edificio ligero, con una espacialidad excepcionalmente fluida, donde la disposición de los módulos se acomoda al terreno creando un juego de compresión y descompresión del espacio, y en la que el entorno se funde constantemente con el interior, aportando gran cantidad de luz natural.
El año siguiente a la Exposición, el pabellón fue trasladado y reconstruido en la Casa de Campo de Madrid, adaptándose a la nueva topografía. En 1967 sufrió importantes transformaciones y actualmente se ha recuperado el estado original de un tercio de la superficie total, casi 1.000 m2.
Dos arquitectos y un legado
Si bien cada uno llevó adelante su carrera de forma individual, diseñando y construyendo obras de lo más diversas, la colaboración entre ambos arquitectos continuó a lo largo de toda su carrera hasta el año del fallecimiento de Molezún, en 1993. Proyectaron y edificaron juntos en varias oportunidades en la capital española, pero también realizaron obras y concursos para Palma de Mallorca, Valencia, Cartagena (Murcia) y Buenos Aires, entre otros.
La arquitectura de Corrales y Molezún fue revolucionaria, arriesgada y vanguardista. Se atrevió a desafiar los límites impuestos y a ver más allá, abarcando la complejidad de cada proyecto, y siempre intentando destacarse a través de una constante innovación funcional y estética.
La clave de este equipo fue el equilibrio y la fusión entre el dominio de la técnica y la preocupación por el detalle de Corrales, con el alma artista de Molezún, quien siempre buscaba aportar emoción y poética a los proyectos. El resultado de esta perfecta combinación, desarrollada a lo largo de los años, se hace evidente en otra de sus obras más reconocidas, y un hito en la ciudad de Madrid: el Edificio Bankunion (1970-1975). Actual sede de oficinas del Parlamento Europeo y de otras instituciones, destaca en su entorno por los matices rojizos de su fachada que mutan constantemente durante el día ante los cambios de luz, condición por la que se ha ganado el apodo de “Camaleón Rojo”.
Cine Callao
Fue la primera gran obra de Luis Gutiérrez Soto, la proyectó con solo 26 años. Un edificio con reminiscencias Art Decó donde el elemento que mejor lo identifica es la torre-linterna de la esquina, anunciadora del cine. En la decoración pretendió buscar elegancia y monumentalidad a través de la proporción de los elementos y la sencillez de las líneas. El arquitecto aprovechó el solar en forma de V y excesivamente alargado, y creó una sala de gran ocupación, un cine al aire libre en la terraza, una sala de fiestas y un pequeño edificio de oficinas donde instaló su primer estudio.
En la carrera de Gutiérrez Soto, la arquitectura para el espectáculo ocupó un papel fundamental, realizó más salas de cines que ningún otro arquitecto español de su época.
Teatro Barceló
El antiguo Cine Barceló está ubicado en un complicado solar de esquina que Luis Gutiérrez Soto aprovechó de manera sorprendente. Colocó el acceso en un chaflán curvo y proyectó el salón de forma ovoidal siguiendo una estructura simétrica respecto el eje diagonal de acceso. Asimismo, la fachada refleja la organización interna de los espacios y está compuesta por elementos curvilíneos, grandes ventanas alargadas y voladizos que transmiten una imagen aerodinámica al edificio.
Es uno de los ejemplos más representativos del racionalismo español. Además, por su composición arquitectónica está considerada la más representativa de las grandes salas cinematográfica de su época.
Bar Museo Chicote
Cruzando la puerta giratoria del Museo Chicote se entra en la primera coctelería de España. El barman Perico Chicote, del famoso Hotel Ritz de Madrid, encargó el proyecto de interiorismo a Luis Gutiérrez Soto.El racionalismo se combina con influencias expresionistas y de Art Decó para crear un nuevo modelo de bar inspirado en la “modernidad americana”.
El interior es pura escenografía. Como en una ficción cinematográfica, la organización del espacio, la iluminación y los detalles están resueltos a la perfección. La característica pared curva genera pequeñas concavidades para islas de mayor privacidad. Célebre es el sillón Chicote, con estructura de acero niquelado fabricada por la misma empresa que producía las sillas de tubo de acero de Mies van der Rohe.
Viviendas Espronceda 35
Es una de las primeras obras de Luis Gutiérrez Soto y refleja la total influencia expresionista del momento. El edificio está compuesto por una fachada plástica en la que destacan los miradores curvos y las molduras de la cornisa. El arquitecto organiza una única vivienda por planta y proyecta un patio interior donde se encuentran la escalera principal y aquella de servicio.
Este edificio es parte de una serie de proyectos de Gutiérrez Soto que pusieron las bases para la nueva arquitectura doméstica. Una de las curiosas innovaciones que introduce es el uso del espacio de almacenamiento de forma difusa en todas las estancias, incluso baños y dormitorios de servicio. Está pensado para ser mobiliario de la casa, ocultar los pilares y definir los espacios sin la utilización de muros.
Fnac Callao
Luis Gutiérrez Soto proyectó este edificio para ser el primer gran almacén de la cadena española Galerías Preciados. Se construyó en tres fases sobre un solar muy alargado y complejo. Además, tuvo dificultades en la concesión de la licencia por el exceso de altura respecto al contexto urbano. Finalmente, en 1956 se completó con la construcción de su fachada más representativa, la de la plaza del Callao. La composición racionalista y moderna del edificio está bien integrada con el uso de materiales tradicionales como el ladrillo y el granito.
Con la reforma integral de los noventas, el bloque alto hacia Gran Vía se remató con un torreón circular, un faro que nunca llegó a encenderse.
Cuartel General del Ejército del Aire
Ubicado en la Plaza de La Moncloa, forma con los edificios adyacentes el Complejo de Moncloa, proyectado por Luis Gutiérrez Soto. El Cuartel es un claro ejemplo de anacrónico hito arquitectónico, no sigue las tendencias racionalistas de la época y está vinculado a una arquitectura historicista, nacida desde la voluntad política. De apariencia neoherreriana, tiene como referencia el esquema planimétrico del monasterio de El Escorial, con las cuatro torres cuadradas en las esquinas y los chapiteles de pizarra. Su parecido con el Monasterio hace que los madrileños de la época lo denominaban graciosamente el “Monasterio del Aire”.
Gutiérrez Soto, muy hábil en adaptarse al gusto de su cliente, eligió una fachada de materiales locales como el ladrillo visto y el granito. Sin embargo, mantuvo sus principios de funcionalidad y modernidad en la organización de los interiores.
Edificio Castellana 33
El edificio fue proyectado en la última etapa de la carrera de Luis Gutiérrez Soto, cuando su obra se vuelve más plástica y sobria. De fuerte inspiración neoyorkina, el proyecto está compuesto por un cuerpo bajo y un bloque alto, coronado por el ave fénix. La colocación de la escultura fue una de las condiciones obligatorias del concurso, convocado por la compañía de seguro La Unión y el Fénix.
El arquitecto trató la torre como un inmenso pedestal; el revestimiento en mármol negro y la calidad de las carpinterías le confieren una imagen de solidez. En su interior destacan los frescos de la techumbre del salón de actos, obra del pintor Joaquín Vaquero Turcios.
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Luis Gutiérrez Soto
Más de 650 edificios bajo su firma y toda una historia de superación
En su juventud, Luis Gutiérrez Soto llegó a debutar en el primer equipo del Real Madrid cuando aún no se había constituido como el club que conocemos ahora, y fue bautizado entre sus amigos como el “Pichichi”, un pseudónimo que mantuvo durante su etapa como arquitecto por el volumen de edificios que llegó a construir. Un camino que arrancó con dificultades, puesto que la primera Guerra Mundial hizo mella en su camino como arquitecto.
Sin ingresos del fútbol y con dificultades económicas familiares, abandonó su primera pasión para acceder a la Escuela de Arquitectura de Madrid, algo que le resultó muy complicado: “me tumbaron cuatro veces seguidas (…), pensaba que no sería jamás arquitecto”.
Trabajó como decorador para pagarse los estudios, algo que ayudó a esculpir su personalidad como el posterior arquitecto en el que se convertiría: “es evidente que estos trabajos me proporcionaron no solo dinero para acabar mis estudios, sino una gran experiencia para andar por el mundo; creo que me han ayudado firmemente en mi formación profesional, haciendo de mí un trabajador infatigable”.
Apuntó maneras desde el principio con su pragmatismo y versatilidad. No fue un arquitecto de manifiesto, ni un filósofo de la arquitectura o un artista, sino un hombre de oficio. Era capaz de adaptarse a las épocas y a cada cliente, consiguiendo siempre brillantes resultados; el veía la figura del arquitecto como servidor de la sociedad.
Un estilo variable y sin complejos
En la arquitectura de Gutiérrez Soto no predomina un único estilo; de hecho, pasó por diferentes etapas en las que experimentó sin vincularse a ninguna corriente arquitectónica. Pensaba que los estilos existían para ser usados y que la buena arquitectura se veía en otros principios, y siempre anteponía las necesidades del cliente a cualquier impulso artístico. Quizás por eso es difícil reconocer en la ciudad sus numerosos edificios.
Delineó buena parte de la imagen contemporánea de Madrid construyendo cerca de 400 proyectos. La primera gran obra fue el pionero Cine Callao en el 1927, un edificio con reminiscencias Art Decó en la fachada, una sala de gran ocupación y una terraza para emitir sesiones cinematográficas al aire libre, lo que le convirtió en uno de los primeros cines de verano de Madrid. Gutiérrez Soto colocó en la zona posterior del edificio su estudio de arquitectura, desde donde impulsó su gran carrera.
El cine fue una de las tipologías que más proyectó. Muchas de sus salas fueron después reconvertidas para nuevos usos, otras desaparecieron. Dos ejemplos relevantes fueron el Cine Europa (1928) y el Cine Barceló (1930). Ambos recuerdan a la arquitectura expresionista de Mendelsohn, donde las líneas curvas, los grandes huecos horizontales y la plasticidad predominan en el proyecto. En cierta medida, el paso de un estilo eclético a una tendencia de vanguardia se produjo gracias a sus viajes por Europa, que le llevaron a conocer in situ los proyectos de Le Corbusier y otros arquitectos. Es más, formó parte de la denominada “Generación del ‘25”, arquitectos de Madrid que llevaron una renovación en la arquitectura de España, divulgando el Movimiento Moderno, cada uno con su estilo personal.
Una carrera marcada por los cambios históricos
La década de los años 30 fue una de las más creativas para él. Diseñó cafés, viviendas e instalaciones deportivas y sociales, entre las que se encuentra el emblemático Bar Chicote en Gran Vía, una obra que integra arquitectura y diseño, superviviente entre tantas otras que sí desaparecieron como el Primitivo Aeropuerto de Barajas o las Piscinas La Isla ambos de 1931. La Isla fue un icono del racionalismo español y una atracción para los madrileños, una instalación deportiva de inspiración náutica colocada en un islote del Manzanares.
En lo más alto de su carrera, la Guerra Civil detuvo su actividad. La arquitectura racionalista fue excluida por el nuevo régimen y suplantada por un estilo nacionalista. En esta época Luis Gutiérrez Soto priorizó el rigor geométrico a las líneas curvas para adaptarse a la nueva tendencia, sin embargo, mantuvo sus principios de funcionalidad y modernidad. La obra más famosa y polémica de esa etapa es el Cuartel General del Ejército del Aire, en Moncloa. De apariencia neoherreriana, tiene semejanza al monasterio de El Escorial pero, su articulación interna refleja un proyecto de oficinas racional y moderno.
Reinventando los hogares madrileños
En los años 40 y 50 Luis Gutiérrez Soto seguirá utilizando cualquier expediente formal historicista o de la tradición castiza para “revestir” sus propuestas modernas, asegurando los deseos de los clientes. Un ejemplo clave fue el uso del ladrillo visto, que perfiló la mayoría de sus complejos residenciales para la alta burguesía y las inmobiliarias.
Gutiérrez Soto marcó la arquitectura doméstica de la Madrid moderna, no solo aportando novedades en las viviendas de la élite de Salamanca o Chamberí, sino introduciendo las bases para la nueva arquitectura residencial española.
Notables son sus terrazas jardín, invento que trasciende el balcón para crear una “estancia exterior” de la casa, un lugar donde hacer vida doméstica. Fue una novedad que supuso temor al arquitecto, hasta el punto de disponer lucernarios de pavés en el suelo de las terrazas por el miedo a la falta de soleamiento.
Audaz en la apertura del patio a la fachada principal, permitiendo un gran porcentaje de viviendas exteriores, además popularizó el piso dúplex lecorbusiano y aportó un importante cambio en la distribución de la vivienda. Fue el primero que diferenció claramente las zonas de uso de la casa en zona de día, de noche y zona de servicio, evitando interferencias en los recorridos de la casa.
Perfilando el skyline madrileño
En su madurez diseñó algunas de sus más significativas obras, la Torre del Retiro (1971) en Menéndez Pelayo y el Edificio de La Unión y el Fénix (1966-71) en el Paseo de la Castellana, dos torres con evidente estética contemporánea.
Si algo define a Luis Gutiérrez Soto es la versatilidad, la capacidad para dar excelentes soluciones arquitectónicas y el dominio laudable de los estilos. Fue un talento puro de la arquitectura y un creador inagotable de la imagen de Madrid.
Muchas gracias
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